viernes, 11 de noviembre de 2011

De mayor quería ser niña.


En la próxima entrada procuraré ser minimalista, lo prometo.



Papeles y más papeles, documentos repletos de cifras. Veintisiete cifras crean un código, doce códigos crean una suma. Hay gente que llama a estas sumas "bendición", otras personas lo denominan "tesoro", incluso, juraría que algunas personas se atreven a llamarlo “vida”. Casi nunca oirás un adjetivo negativo acerca de dichas sumas (cuando digo “negativo, quiero decir “malo”, claro, que ¿qué es malo?).


Después de más de tres décadas trabajando con estas sumas, he decidido llamarlas por su nombre: dinero. En efecto, en esto consiste mi empleo: modifico, multiplico, sumo, resto, moldeo y analizo el dinero, pero no el dinero que la gente conoce, no se trata de la bale de ningún tipo de sistema capitalista; no son más que archivos plagados de cifras que aparentemente carecen de cualquier valor… ¿? Pensándolo mejor…este dinero tiene un asombroso parecido al que ustedes conocen…Así pues, de esta forma rectifico: manejo dinero corriente. No es nada fuera de lo común , al fin y al cabo, todos somos burócratas.

A diferencia del tiempo que empleo manejando el capital carezco del propiamente dicho, cosa nada inusual en los tiempos que vivimos. Las personas de a pie como yo, recibimos los bienes a partir de nuestro rendimiento laboral, razón por la cual, la gente suele dejar de soñar en el comienzo de su niñez para emprender el aprendizaje en la automatía y la eficiencia.
En dicho comienzo, la gente suele negarse, quejarse, intenta alzar su voz lo más alto que el cuerpo le permita en un grito vestido de canto libertario que con toda su inocencia manifiesta su incomprensión preguntándole a todas y cada una de las personas por qué ha de aceptar esa realidad a la que los de arriba les someten; por qué no puede crear su propio mundo de sueños y vivir cada día luchando para que éstos se hagan realidad; Por qué no tienen la opción de elegir la vida que quieren vivir según el deseo de uno y no según su capacidad.
Todas estas preguntas se van rebajando a medida que pasa el tiempo, van perdiendo poco a poco esas ganas de soñar, de sonreír, de vivir.
Olvidan los motivos por los cuales, una vez de niños se presentaron al mundo como unidad y no como masa, como individuo y no como gente.

Me gusta pensar que aún quedan personas que no perdieron la esperanza, personas que a simple vista parecen prisioneros vencidos en la batalla de la buenaventura, pero, que en realidad, guardan esa esperanza camuflada en lo más profundo de su ser en forma de pequeña mecha que aspira a que, al ser encontrada, deslumbre al mismísimo Sol con su luz y pureza; porque, sepan ustedes, que todo guerrero permanece con su armadura, y esta batalla de la vida, aún no se ha dado por terminada, ya que, por fuera, la armadura se ve triste y rendida, pero quien la viste, sabe que está fabricada con la ilusión de un alma que se niega a darse por perdida.

Aunque, también, se que existen luchadores que han decidido cerrarle los ojos al mundo para, de esa forma, poder vivir libres en el único lugar en el que, los de arriba, por mucho que jueguen con ellos a manejarlos como si fueran soldaditos de plomo, jamás podrán controlar: en sus sueños.

Y ustedes se preguntarán...¿Quiénes son estos seres que lideran este cruel imperio de pesadillas y esperanzas rotas, anteriormente denominados "los de arriba"? pues, queridos lectores, no hace falta presentación alguna, ya que ustedes y todas las personas que no me leen, les conocen a la perfección desde que tienen uso de memoria.
Ellos, por desgracia, son infinitamente numerosos: Ellos son y no son.
Viven en los momentos más tristes y desdichosos de cada tiempo, y se alimentan del desaliento, el miedo y el infortunio.
Cuando no son, son ira, son envidia, son desprecio, egoísmo, furia, mancilla, rabia,... son guerra. Cuando son, son esos que engañan para obtener su propio beneficio; son esos que condenan a la miseria, a la hambruna y a la enfermedad; son los que traicionan a la gente que confía en ellos; son los que obligan a pueblos a deshacerse de sus bienes y su cultura; son los que culpan a inocentes de sus propios errores, los que separan a padres de hijos; son los que mienten, invaden, hieren, marginan, corrompen, repudian, matan, envidian, esclavizan, humillan,... Ante todo, son aquellos que declaran la guerra en nombre de la paz.





                                       



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