Me repugnaba la idea de permanecer demasiado tiempo en el mismo
cuarto que ella, pero tal y como estaban las cosas, no tenía elección:
me armé de valor o algo parecido y chocando mis nudillos contra
esa barandilla de escalera bajé.
Demasiado oscuro para ser velado
y demasiado luminoso para causar temor. Aquello era realmente un
cochambroso laberinto que no llevaba a ningún sitio. "Hogar, dulce
hogar", pensé. Cuando estaba a punto de dejarme caer en aquel agujero,
el Señor Mostaza se abalanzó sobre mi violentamente, pero con intención
amistosa.
En mi cabeza resonaba un "Ten cuidado con lo que
deseas", Y así el encierro más abierto al que jamás había asistido,
comenzaba a tomar forma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario